Unas instituciones provinciales amenazadas en el actual juego político. Suprimirlas,
si es por cuestión de economía presupuestaria, como se ha dicho, puede no ser
necesario si los actuales políticos en puestos nacionales, autonómicos y
provinciales se rebajan los sueldos. De tal modo se podía seguir con ellas
atendiendo las necesidades de los ayuntamientos provinciales más
desguarnecidos. En cuanto a los políticos, ejercientes en ellas, de sobra
sabrán si cumplen con su cometido.
Respecto a la de León provincia, ni más ni menos representativa que las
otras dos de la región leonesa, tiene en su haber el nombre: León; y esto, encerrados como estamos los leoneses en el
ente autonómico que “nos dieron”, y nos olvida como región, tiene su aquél, el
de ser o no leoneses embozados por el
ente autonómico.
Allá por el año 1994, un leonés de Zamora presidía la Diputación de León;
me refiero naturalmente a Agustín Turiel. A “vuela” pluma y simplemente de
pasada digo que su empeño por sacar adelante un aeropuerto en León capital debe
ser recordado, antes de centrar nuestra
atención en otras actuaciones.
Cuando
se agotaba el año 1994, tres días antes de la Navidad, y diez años después de
la Gran Manifestación de mayo del 84, un
acontecimiento revitalizó las esperanzas autonómicas adormecidas en los
leoneses. Se iba a producir una votación en la Diputación leonesa, se trataba
de una moción que algunos detractores calificaron de patriótico-separatista.
Carlos
de Paz, el hombre de UPL en esta institución, de larga trayectoria leonesista,
siempre atento, supo aprovechar el momento en el que el socialista Turiel
“jugaba” a ser leonesista, puede que por estar cansado de pelear con la Junta
autonómica más que nada en temas económicos,
para la presentación de una
moción pidiendo un referéndum en el que los leoneses pudiéramos decidir sobre
segregarnos del ente, o seguir.
Los
partidos mayoritarios en León, PP y PSOE, no estaban prestando demasiada
atención al dato, parecía impensable que UPL
pudiera sacar adelante la moción. Pero no hay enemigo pequeño, ni
oportunidad que no deba aprovecharse. El día 22 de diciembre, las abstenciones
de todos los diputados provinciales, supongo que, bajo un estado dubitativo de
conciencia leonesa, a caballo entre lo que su corazón les dictaba y lo
que sus jefes ideológicos pedían, con su silencio (abstención) apoyaron la moción de UPL. Los votos positivos, uno de Carlos de
Paz, naturalmente, el otro de Agustín Turiel, marcaron el triunfo.
Como
remedo, aunque primara la arrogancia de Morano, alcalde a la sazón, dando su
toque uniprovincial de “solos podemos” a la moción en pro de referéndum, se
aprobó en el Consistorio, no importando que los socialistas votaran no, aunque
a Turiel sus compañeros le habían prometido la abstención. Sólo él y Francisco
Fernández la cumplieron. De ahí que Agustín Turiel abandonara irritado el salón
de plenos municipal, felicitando a de Francisco, sintiéndose un buen leonés, y
puede que hasta leonesista. Una imagen, elocuente y efectista, recogida en los
medios que ha resultado difícil de olvidar a quienes hemos vivido con interés
lo leonés.
Francisco
Saurina, PP, se abstuvo al igual que Vecín de IU. Otro voto No, fue el de
Enrique Gil del PP. Lo dicho encaja dentro de un apunte superficial de cómo se
movieron personas e ideas en el “coso” político, en aquella ocasión.
En
el año 2004, nuestro expresidente provincial, de rebote, pudiéramos decir sin
menoscabo alguno, pasó a ser diputado nacional por la renuncia y ascenso de una
compañera, fue el momento en el lanzó una propuesta para la Diputación que
sorprendió a los extraños, a algunos de los propios les alarmó y no digamos a
los autonomistas, tan unitaristas como uniformadores.
Proponía
don Agustín que León alcanzara el estatus de región. Eso sí, dentro de la
autonomía que a pesar de no cuestionarla abiertamente, discrepaba de su cicatero comportamiento
centrifugo. Pero no sólo olvidaba, sino que rechazaba ahora aquel referéndum de segregación que apoyó
según hemos recordado.
Tenía
bien estudiados los detalles, tal como manifestó y se pudo comprobar por los
datos que fue aportando, en tanto afirmaba que no debía ser difícil conseguir
para la institución provincial leonesa el rango de regional: Diputación
Regional. Asumiría ésta las competencias de la Delegación Territorial de la
Junta autonómica, primera premisa. De
aplaudir la intención, pero chocaba frontalmente con la forzada dependencia a
la que nos venía sometiendo el ente autonómico y él lo sabía.
El
personal político adscrito a esta entidad jurídico-administrativa leonesa sería:
los 14 procuradores autonómicos, que en el ente autonómico por León son, mas
los 13 diputados provinciales; elegidos
todos en un novedoso sistema electoral, que previamente se habría diseñar y
negociar.
En el ente los recelos y temores suscitados se aquietaron
apenas los suyos, socialista en el poder central, no tardaron en frenarle pasando la realidad
de la propuesta institución a un anecdótica virtualidad que diseñaba para León
provincia, y nunca leí que contemplara
la triprovincialidad leonesa.
El Colectivo Ciudadanos Reino de León, a la vista del anuncio de la posible
supresión de las diputaciones, propone, con muy buen criterio, algo que,
pudiendo contener en cierto modo la propuesta “Turiel”, aúna las tres
diputaciones de la Región Leonesa.
Hasta
los nombres que apuntan suenan bien: Diputación General del Reino de León,
sencillo y directo; o Consejo General del Reino de León, no nuevo, pero con
otra entidad. El número de diputados elegidos por sufragio sería de 35. Se
centraría en Zamora y las otras dos provincias tendrían su delegación
correspondiente.
Entienden
que, como base, bien está apoyarse en el
acuerdo de colaboración de las tres diputaciones firmado en diciembre pasado.
Claro, de momento, todo dentro de la Comunidad, que si no admite segregaciones
de hecho, tampoco va a permitirlas encubiertas. Manejar nuestros recursos
regionales leoneses, supondría también contar en el presupuesto comunitario con
los recursos dinerarios correspondientes a las tres provincias que serían el
Consejo…
Por
intentarlo, como transición hacia la propia autonomía, suena bien, al menos
como posible forma de salvar nominación y pervivencia regional. Que haya
colaboración política no tanto. Y, ¿el Pueblo Leonés está en vigor para pedir
lo suyo?, es otra interrogante y no menor. En el movimiento asociativo cultural,
leonesista si se quiere, o más general y amplio del “ser leonés”, pueden están los fundamentos.